Entrevista a los protagonistas

La última cinta de Krapp, de Samuel Beckett

Gustavo Durán: “Tomamos la decisión de bajar al infierno de un hombre que va perdiendo sentimientos”. Gustavo Durán dirige a Néstor Losada en La última cinta de Krapp, Beckett en estado puro.

Gustavo Durán, el director.

Nació en Bahía Blanca hace cerca de cincuenta años. Alto, grueso, con lentes. Se declara amante de Beckett. Su carácter chistoso delata su verdadera profesión de cómico. Reconoce que es difícil ganarse la vida con el teatro fuera del circuito comercial de las grandes producciones.

Néstor Losada, el actor.

Porteño y del Independiente. Tiene cincuenta y cuatro años. Alto, delgado, con poco pelo. De profesión médico pediatra. De vocación actor. A mitad de semana deja de afeitarse para empezar a vestir el primer personaje trágico que interpreta en su dilatada carrera.

Es cerca de la una de la madrugada. Una veintena de personas abandonan un pequeño teatrito tras recibir una sobredosis de existencialismo. Una puesta en escena sobria y un actor mandado a ser austero, mínimo, les han acompañado por el íntimo universo de un viejo llamado Krapp.

Gustavo me espera en la barra del local tomando algo. Me acerco a charlar con él. Está satisfecho. Hoy salió todo bien. Al poco rato aparece Néstor, apenas desmaquillado.

Estáis representando…

Néstor Losada: La última cinta de Krapp, de Samuel Beckett. Fue premio Nóbel de Literatura en el año 1969; es el autor de Esperando a Godoy, Días felices, Final de Partida,… un montón de obras que rompieron con la estructura del teatro convencional.

Gustavo Duran: La escribe en Francia, tengo entendido, en una época bastante promisoria, pasada la posguerra, casi entrando en los años sesenta. Pensemos en la primavera Francesa…O sea, en un momento de supuesto florecimiento, de cierta impronta de los sesenta. Y Beckett es un hombre que ve un poquito más allá…

¿Y de qué trata?

G.D. La obra presenta la despersonalización de un hombre mayor, un escritor frustrado, encerrado en su soledad. Escucha una vieja cinta que grabó con su voz hace muchos años y se dispone a registrar otra vez sus sentimientos. Beckett muestra qué queda del hombre cuando nada le queda, ni siquiera sus recuerdos. Krapp es una imagen inigualable del rumbo de la sociedad, de su egoísmo…

¿Qué aporta de nuevo vuestra revisión de la obra?

G.D. Uno de los grandes desafíos que hemos tomado ha sido ser fieles al texto. En tiempos en los que parece que hacer un autor tal cual es una cosa del pasado. Yo no me considero mejor que Beckett, y me interesó mucho más seguirle los rastros a él. Tomarme el trabajo de estructurar la obra a partir de lo que él exactamente había escrito.

Has sido fiel a Beckett…

G.D. Sí… pero no para sacralizarlo, si no como experiencia, como aventura. Tomamos la decisión de bajar al infierno de un hombre que va perdiendo sentimientos, que va perdiendo encarnadura, no se recuerda a si mismo... No recuerda una mirada… y no recordar una mirada de alguien querido es lo más parecido que yo conozco a la muerte.

En casi toda la obra, escuchamos a Krapp a través del magnetófono…

G.D. Claro, la mayor parte de la obra la hemos tenido que producir como quien produce un radio teatro. Ha habido que grabarla, pues Krapp está escuchándose en cintas a sí mismo en años anteriores. Recién cuando esto está listo se muestra al público. Pero el grueso del texto está grabado magnetofónicamente.

N.L. La gracia es que casi toda producción de la obra es lo que grabamos. Todo el trabajo previo de marcación de ensayo de lo que va grabado. Recién con lo que va grabado y con lo que yo tengo como actor que escuchar en escena… Recién ahí podemos trabajar con lo que se ve. Digamos, a partir de lo que yo estoy escuchando en la escena en el momento.

¿Entonces hubo que interpretar a dos Krapp distintos?

N.L. Sí, al tener la grabación hecha viene la segunda parte, que es interpretar el Krapp que está escuchando lo que grabó. El Krapp de hoy que está escuchando la cinta y que descree todo porque ya sabe que no hay nada que remediar. Ya siente que no necesita el mundo.

G.D. De todas maneras, el Krapp grabado, de treinta años atrás, ya tiene la misma mesa que hoy, la misma luz, la oscuridad de alrededor…O sea, que hay treinta años de congelamiento, de acumulación, de saturación, de intoxicación, porque al estar en el mismo sitio, está todo el tiempo recibiendo la misma clase de estímulos… hace treinta años que está alineándose…Nadie es quien fue. Nadie a los sesenta años es el que fue a los treinta. Es otro, han pasado muchas cosas... y si no ha pasado nada es terrible.

Dos cómicos haciendo un drama, ¿quizás este fue el verdadero reto?

N.L. La tentación fue jugar en ciertas situaciones al chiste; es una tentación que tuvimos que reprimir, porque si no estaríamos haciendo otra obra que no es la de Beckett. Leyendo la obra, hay cosas que me causan gracia, pero por lo trágicas que son.

¿Y cómo lo habéis trabajado?

G.D. Lo que hicimos es desarmar a Néstor como actor para poder meterse en Krapp. No hay gestos, y mucho menos que sobren. Nos hemos sumergido en ese vacío de una persona que está sola en su casa. Krapp casi no tiene otra cosa que no sea intimidad, va perdiendo vida social, va perdiendo vínculos. Según cuenta, de vez en cuando lo visita alguna prostituta. Pero nomás.

Es una historia que no se acaba…

G.D. Se está esperando que se muera de una vez por todas, y lo más interesante, y por eso uno hace teatro, es que está por llegar ese momento, es evidente, pero no llega. No termina de llegar nunca, y la agonía se alarga. Entonces es como algo que se repite indefinidamente; ¿acaso no nos repetimos indefinidamente y creemos que cada acto nuestro es fundacional y es irrepetible? Y me parece que eso es lo que se abre. Sería mucho más prolijo que esta persona se pegara un tiro en la cabeza, y la gente se iría como más llorando “uy que duro”. ¿Qué sé yo?, no, ese no es Beckett.


La última cinta de Krapp se representa todos los sábados de mayo a las 21'30 en La Sala de Arriba, en Guatemala 4778. Telf:4833-4077


Jordi Martínez